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La muerte en Venecia

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 Escritor: Thomas Mann

Gustav Aschenbach, de 50 años, es un escritor de voluntad firme. Toda su vida la había dedicado a su arte. Para no extraviarse, se mueve en un mundo exterior muy reducido. Él se veía, a su modo, como un guerrero, porque para mantener esa “extrema disciplina” necesita de la misma fortaleza que la del guerrero, es más, se podría decir que Aschenbach se aproximaba incluso a la figura del héroe, tan incansable, recto y sufriendo en silencio.
Era por esa razón, “el poeta de todos aquellos que trabajaban hasta los límites del agotamiento”, en un tiempo en que se estaban poniendo de moda los individuos que prefieren aflojarse dejándose llevar por los sentidos, por la vida a lo Nietzsche con la excusa de un "pensamiento profundo”.
Aschenbach era “el burgués, considerado y respetado” al que un Nietzsche pudiera despreciar.

Pero ahora … se encuentra cansado, agotado. Repentinamente un “sencillo deseo de viajar” se instala en él. ¿Y qué no es ese viaje sino una ansia de huir, de liberarse, de descansar de uno mismo, de olvidarse de tanta lucha por el no-extravío? ¿No será también esta necesidad de descanso, el aviso del final que esta próximo y la necesidad de iniciar el camino hacia el 'espíritu', la muerte? ¿Y para esto, no habrá pues, al menos en su caso, de extraviarse?

La novela es de verdad una obra de arte, aunque hay que ir con tiento porque yo casi no lo veo. Lo cierto es que no me hubiera dado nunca cuenta, si no es por una amiga que me dijo (no es cita exacta): “¡ojo!, ¡no dejes pasar los simbolismos! ¡Ahí reside la magia de la novela!”.

¡Toda una sorpresa! Una vez que identificas esos símbolos, los que puedas, porque hay muchos, la percepción de la novela cambia como por arte de magia y te encuentras sorprendida al ver cómo se puede hacer algo así utilizando, palabras, imaginación, filosofía, un poso cultural, e inteligencia. Y debido a esta riqueza en los símbolos, la novela está destinada a ser releída, porque conforme uno se ve capaz de identificar más símbolos, más profunda y mágica se convierte la experiencia.

Así que, si en un primer nivel parece que esté contando la historia de un escritor cansado de sí mismo que cae de forma obsesiva en la sensualidad que le ofrece la belleza de un niño, y hay lenguaje explícito suficiente para verlo así, si uno quiere; es verdad que también si lo preferimos, podemos, como con el cuadro de Dalí (*) ir alejándonos de esta primera impresión, para ver otro plano mucho más poético: un viaje embaucador hacia la muerte, en la que Venecia, con sus canales, sus trampas, los vapores de la peste, sus almas desenfrenadas por la amenaza de dicha enfermedad secreta; no son más que los ríos y demás sorpresas que habitan en el escenario del Estigio en el Hades. Aunque, a la vez, a ratos, ambos niveles permanecerán superpuestos.

Y es que Thomas Mann hace todo esto como nadie, “la dicha del escritor es su posibilidad de transformar la idea enteramente en sentimiento; el sentimiento, totalmente en idea”.

NOTAS PERSONALES:
  1. Leer Fedón (libro donde se cuenta las últimas conversaciones que Sócrates mantuvo con amigos próximos, entre los que se encontraba Fedón, su filosofía de lo que es la muerte, horas antes de ser ejecutado). Las últimas palabras del personaje de esta novela van dirigidas también a Fedón.
  2. El rasgo tan alemán o occidental, si se quiere, de contención de los deseos, de mantener una extrema disciplina y lucha para no “extraviarse”, es algo que me ha parecido ver en otras obras de Mann, como por ejemplo en “La montaña mágica”. Allí Settembrini, el humanista, defiende la acción, con guerra si es necesario, para mantener los principios de su mundo, si es necesario, en contraposición con la indolencia “oriental” del que se deja llevar, de fluir y todo eso, del culto a la no-acción. El protagonista de esta novela mantiene esta postura de extrema disciplina, cercana a la heroicidad, “los moralistas de la acción, que a fuerza de exigir a la voluntad logran producir, la impresión de lo grandioso”.
  3. Ese héroe queda representado como San Sebastián, el sufriente que aguanta el dolor con entereza admirable. Y aquí podríamos ante otro de los símbolos, pues este San Sebastián es el santo que se invoca en la peste; y la peste es precisamente la enfermedad que estaba infectando Venecia en la novela, y allí estaba San Sebastián, si se quiere ver como nuestro protagonista.
  4. Si la muerte es el final del camino hacia la unión con el espíritu y en el que de forma necesaria el cuerpo (la materia) se queda en la tierra. De forma muy poética, este escritor viene a decir, que para un artista, su lazo en la tierra con el espíritu se alimenta de la belleza, y para acceder a ese espíritu, no puede más que sucumbir a la admiración y al deseo, y de ahí la imposibilidad de evitar el extravío contra el que tanto se ha luchado a base de férrea voluntad. Se dice en la novela a este respecto (no es cita exacta):
    “Pues sólo la belleza es la única forma espiritual que recibimos con nuestro cuerpo (la materia) y que nuestros sentidos pueden soportar. La belleza es, pues, el camino del hombre sensible al espíritu. La belleza es el camino que lleva al artista hacia el espíritu (la muerte es su encuentro final). Un camino peligroso, un camino de pecado y perdición, que necesariamente lleva al extravío. Porque el poeta, no puede andar ese camino de la belleza sin que Eros lo acompañe y le sirva de guía”.
  5. El niño, al representar a Eros, es el camino que el protagonista necesita para llegar a la muerte, igual se podrá decir que es por esa razón la representación de la misma muerte, aunque no estoy segura, lo veo más como el camino hacia la muerte.
  6. Un rasgo sensible y atribuido en mayor medida a lo femenino y que en nuestro mundo está desvalorizado y utilizado para despreciar la inteligencia de la mujer, probablemente porque nuestro mundo está ordenado por lo masculino, aquí Thomas Mann lo recupera, devolviéndole su valor, algo que por otra parte también, creo, que intentó recuperar Robert Graves en su Diosa Blanca (pero eso será para otro momento), y es cuando dice el escritor en boca del escritor protagonista:
    “Y que si podemos ser héroes y disciplinados guerreros a nuestro modo (se refiere a esa contención y disciplina), nos parecemos, sin embargo, a las mujeres, pues nuestro ensalzamiento es la pasión, y nuestras ansias han de ser el amor, ¿comprendes ahora cómo nosotros los poetas, no podemos ser ni sabios ni dignos? ¿Comprendes que necesariamente hemos de extraviarnos?
  7. Entre los símbolos, voy a poner dos ejemplos más, para darse uno cuenta del estilo de los detalles  que pueden pasarse por alto con facilidad: La góndola, “negra, con una negrura que sólo poseen los ataúdes, evoca aventuras silenciosas y arriesgadas, la noche sombría, el ataúd, y el último viaje silencioso”. El peluquero, que “falsifica” la juventud con maquillaje para engañar al objeto amoroso o …. ¿es el maquillaje con el que se preparan a lo muertos en su viaje final?
  8. El apellido del protagonista, Aschenbach, que es alemán, significa arroyo de ceniza.
  9. Y el nombre del protagonista, Gustav, es el nombre del compositor Gustav Mahler y que es a su vez inspiración del protagonista de la película “Muerte en Venecia” de Visconti, basada en esta novela. Por eso la música de la película es de Mahler. Mahler también murió a los 50 años. He leído en LyL, que además, parece ser que el mismo Mann, le puso ese nombre a su protagonista al conocer en 1911 la muerte del compositor y que el tiempo de la novela se desarrollara en ese mismo año.


10 comentarios:

  1. Lo leí hace años. Me gustó, pero creo que no llegué a comprenderla en todos sus matices. Es un libro que se merece una relectura.
    Besotes!!!

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    1. Margarí,
      Me lo creo, Margarí. A mí me vino muy bien leerlo en compañía.

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  2. Uno de mis libros más releídos. Una joya de la literatura que me ha encantado compartir en esta ocasión con buenas amigas, pero sobre todo con grandes lectoras que han ensanchado aun más esta inmensa obra de Mann. Cómo me gusta ese símil con la muchacha de Dali... Y como me haces reflexionar con "¿comprendes ahora cómo nosotros los poetas, no podemos ser ni sabios ni dignos? ¿Comprendes que necesariamente hemos de extraviarnos?" Me haces pensar en Nabokov..., y en mí misma, que me gusta andar siempre por el fino alambre ;) (Nada comparable a lo de estos dos maestros). Reflexión: Es una pena, suelo pensar, no tener más referentes femeninos de este nivel. Y mujeres poetas que también anduviesen extraviadas por la vida ... Una estupenda No-Reseña que me lleva a más reflexiones. Me la llevo en la memoria

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    1. Susana,
      Yo pensé en ti cuando leía eso, ¿te acuerdas en la entrada de Fedón? ya me metí contigo a propósito de esto, jajaja
      Me cuesta menos entender a la belleza como inspiradora. Desde luego entiendo que sea mucho más inspirador para la creación (creación entendida como el don que crea saliendo de lo mundano) inspirarte en la belleza que en el dolor o en la tristeza, eso nunca lo he entendido bien, salvo que estés enamorado de ese dolor, o encuentres belleza en ese dolor, lo cual me parece bastante peor, y muy romántico del estilo del horror del libro de "Cartas de una desconocida".
      Sobre lo que comentas de las mujeres .... pobres, si pudieran extraviarse y no perder la dignidad, hubiéramos conocido a unas pocas más.

      Uffff, ¡me lo veo venir! ¿nos vamos a ablandar con Nabokov? ¿verdad? jajaja

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  3. Pues me lo llevo.
    Es un autor que tengo pendiente y me apetece leer =)

    Besotes

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  4. Sigue con Mann, o vuelve al inicio, su primeranovela, Los Buddenbrok, escrita con 19 años, más clásica que el resto de su obra.

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    1. Jose Luis,
      Poco a poco voy a ir leyendo todo lo suyo. Me encanta este escritor. Lo próximo estará entre "Carlota en Weimar" y "Doctor Faustus".

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  5. a mi este autor me da miedo, la mera verdad. Pero lo pronpondré para un círculo de lectura al que asisto (en grupo es mejor, creo jajaja).
    Un beso,
    Ale
    pd.
    ¿no te han dicho que cada vez estás más poética?

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    1. Ale,
      ¡Yo! noooooo, jajaja, eso es imposible.
      Lo que pasa es que si hablas de un escritor que tiene mucho de poeta, cuando cuentas sobre él, su atmósfera forzosamente se tiene que reflejar.

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