Escritor: Eric-Emmanuel Schmitt
En un barrio judío de París se
encuentra una tiendecita de comestibles de esas que permanecen
abiertas hasta la medianoche. La regenta un viejo musulmám sufí,
de mirada tranquila, de pocas palabras y de fácil sonrisa. Su nombre
es Ibrahim.
En el mismo barrio, cerca de la
tiendecita, existe un niño judío de 13 años, también de nombre
importante: Moisés. No es huérfano, pero si dijera que lo es,
tampoco estaríamos mintiendo mucho.
Ambos, estarán destinados a
encontrarse, y siguiendo un símil del libro, probablemente sufí, y
que nos dice que “el hombre pasa la vida en dos sitios: en su cama
y en sus zapatos". "Y que si los zapatos te hacen daño, es mejor cambiarlos”
El señor Ibrahim por un tiempo será una valiosa guía para este
adolescente, o siguiendo este símil, por un tiempo le ayudará a la
adquisición de unos buenos y resistentes zapatos. Y es que “hay
infancias de las que es mejor salir; de las que hay que curarse”.
Se trata de un relato sencillo,
bienintencionado, se diría que entrañable, aunque si he de ser
sincera, yo lo he encontrado flojito, salvo si su creación fuese
dirigido a un público juvenil, en cuyo caso me parecería una
delicia con dos reservas que lo estropean bastante: el tratamiento de la prostitución desde una pespectiva tan superficial y utilitaria; y el tratamiento, también superficial, de la lectura y los libros, y de lo que de ellos se puede obtener. Ninguno de ellos pegan con lo que se supone que pretende el libro: mirar más allá de lo superficial.
Pero quitando esto, y sin abrumar, cuenta con
elementos que enriquecen el mundo interior del sujeto frente al escaparate de
fuera que tanto confunde, y muy conectado con elementos sufíes que
tanto me gustan, a modo personal, diría que dentro de la parte más mística de las
tres religiones monoteístas, -y de lo que por ahora conozco de ellas - ,
el misticismo musulmán sufí es el que más me gusta.
La trama acabará en un viaje lleno de
sentido y en el que no hay lugar al miedo, allá “donde todos los
brazos del río se lanzan al mismo mar. Ese mar único”
Me despediré con unos versos de un
musulmán sufí que tan presente está en este texto. Se trata de
Rumí, y dice:
“El oro no necesita de ninguna piedra
filosofal,
pero el cobre sí.
Mejórate.
Lo que vive, hazlo morir: eso es tu
cuerpo.
Lo que está muerto, dale vida: eso es
tu corazón.
Lo que está presente, ocúltalo: eso
es el mundo de aquí abajo.
Lo que está ausente, hazlo venir: es
el mundo de la vida futura.
Lo que existe, destrúyelo: es la
pasión.
Lo que no existe, genéralo: es la
intención”
Dejo un
video precioso de un baile de estos derviches sufíes:
NOTAS PERSONALES:
A).- Es curioso que cuando se habla de
libros en las novelas, estos siempre queda muy bien parados. Sin
embargo, en este relato pasa justo lo contrario. Todas las alusiones
a los mismos tratan de alguna forma de desmitificarlos. No puedo
estar de acuerdo, pero me agrada mucho encontrar algo así. Está
bien que nos fastidien un poco, jeje.
- Se habla de “un padre aislado entre
libros, enclaustrado entre sus muros de su ciencia”.
- Se habla de que “cuando se quiere
aprender algo, no se coge un libro, sino que se encuentra hablando
con alguien, porque al hombre a quien Dios no le ha revelado la vida
directamente, no será un libro el que se la revele”.
- Cuando el niño empieza a vender los
libros del padre, “por lotes, a los libreros de los muelles del
Sena. Cada vez que vendía un libro, se sentía más libre”.
B).- El tratamiento de la prostitución es un poquito patética para mi gusto, por ejemplo
Y aquí el link de la pelicula completa: https://www.youtube.com/watch?v=u_jRKb0ajUg