Escritor: Jean Giono
Este librito es un cuento muy cortito narrado de tal forma que el que lo lea se puede llegar a cuestionar si lo que es contado pasó o no en realidad, si está inspirado en algún hecho verídico, o si es sencillamente ficción. Es el narrador, el observador que nos cuenta la “biografía” de este protagonista tan especial.
Ha llegado a mis oídos a través de la escritora y amante de los árboles, Isabel Núñez, a la que le doy las gracias. Siguiendo con el libro . . .
El protagonista, un campesino sin cultura de mediana edad, poco hablador que vive solo en un lugar del bosque. Un hombre cuya compañía, sin embargo, aportaba paz. Y que, tras llegar a la conclusión de que su país se estaba muriendo por falta de árboles, decide hacer algo para remediarlo.
Se le ocurre que él mismo iría plantando poco a poco y de una forma constante árboles, muchos árboles.
Se le ocurre que él mismo iría plantando poco a poco y de una forma constante árboles, muchos árboles.
Así que, con este objetivo del que encuentra un camino para sentirse orgulloso y feliz, continuará con su “insignificante” proyecto, sin dudar ni decaer jamás.
Vemos la transformación del paisaje, y las gentes. A modo gracioso y de ejemplo, os pongo una frase del cuento que se refiere al carácter de las gentes, antes de la lenta transformación, y que a mí me hace sonreír “las mujeres cocinaban sus rencores a fuego lento”.
El narrador que observa a este hombrecito, al principio como el que ve a un simple coleccionista de sellos, y al final con la grandeza del que ha sido testigo de la creación de un milagro. Termina diciendo: “Un solo hombre … me doy cuenta que a pesar de todo, la condición humana es admirable”.
Termino con un trocito de una carta que sí existió, y que fue dirigida al Departamento de Aguas y Bosques en 1957 por el escritor, y que tiene su gracia en la ironía, en la que se decía:
“Considero que es ya tiempo de que hagamos una política favorable al árbol, a pesar de que la palabra política parezca bastante mal adaptada”
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