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"Después de las simples
necesidades de vivir y reproducirse, el hombre quiere sobre todo
dejar alguna constancia de su ser, una prueba de que ha existido
realmente. Deja su huella sobre madera, o piedra, o en las vidas de
otras personas. Este profundo anhelo existe en todos, desde en el
muchacho que escribe groserías en el mingitorio público hasta el
Buda que graba su imagen en la mente de la raza".
Empieza la novela con la descripción
de un maravilloso valle. Tan bonito, fértil e inspirador es, que no
puede más que arrancar al que lo observa sueños y sentimientos de
prometedora felicidad. Un lugar aislado del mundo donde sólo la
dicha puede habitar en él. Y es precisamente por esta razón que el
lugar fuera bautizado con el nombre de: Las Praderas del Cielo.